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Mostrando entradas de junio, 2017

Bitácora de una derrota en potencia. #1

No me malinterpreten cuando hablo de suicidio, pero la muerte me hipnotiza. La amo más allá de la devoción. Ando con fronteras en los brazos que marcan límites a mi demencia, en su mayoría cicatrices de guerra de batallas perdidas. Hay tanto escrito por locos. Yo que juré no volver a escribir de mí si no es a través del otro. Yo que prometo tanto y no cumplo nada. Hablar de dolor me cansa. De eso ya he tenido toda la vida y lo que me falta. De eso están hinchadas mis cicatrices y de porquería mental. Yo, el suicida, ando con la derrota en la muñeca. No morí, pero algo murió ese día, algo necesario, imprescindible que ya no necesito más. Disculpen mi tristeza y mis pocas ganas de vivir, pero nací con demonios en la cabeza. Así que no me hablen de las alegrías de la vida porque no las entiendo y no deseo comprenderlas. Escribir es una forma de vómito que a veces me permito. No, no me malinterpreten cuando hablo de suicidio. Sólo aquellos que han estado ahí por gusto pro

Pensamientos inútiles #2

¡Dios! Recuerdo rogarte paz y perdón por todo lo que yo no tenía culpa. Recuerdo llorar todas las noches suplicando que se detuviera.  Tenía 11 años y mi mayor deseo era quedarme dormida y no despertar más.  Siempre llegó la mañana y con ella el miedo y la resignación. Los golpes, la sangre y todo el puto dolor. Sólo tenía 11 años y se me obligó a soportar y a encarar. Se me obligó a ser fuerte. Dios, yo que tanto te amé y tú que ni siquiera conoces mi nombre, una noche, buscando consuelo en lo que sea que me prometiera un poquito de paz hice un trato con un Dios distinto. Recuerdo la noche, el ritual y las velas. Recuerdo la sangre y los primeros cortes. Recuerdo que mi ingenuidad me llevó a creer en cualquier cosa menos en ti, incluso rendí culto a ese falso Dios de jeringas y polvo en la nariz. No recuerdo que fue lo que esa noche di a cambio de lo que no pudiste siquiera escuchar. No sé siquiera si ese otro Dios se compadeció de mí, pero ya no

Tras la puerta

Los fantasmas te torturan cada noche. Cansado de la inútil existencia que llevas y esas malditas pesadillas te están volviendo loco. Todavía tienes los brazos vendados, las heridas todavía no sanan y las pastillas que siguen sin hacer efecto.        Siempre es el mismo sueño: tú, caminado sobre el pasillo estrecho ni una sola luz sobre él. Frotas las paredes para no caer y al final del pasillo su puerta. —No vayas.        Esas voces, nunca le hiciste caso a esas voces y cuando sólo empujas un poco la puerta la ves a ella, besando a aquel otro que no logras distinguir quién es. Le dice "te amo" mientras le frota el miembro listo. Se lo lleva a su boca, hasta el fondo de la garganta, se ahoga pero continúa con la felación. Los miras, ellos, ignorando tu presencia, continúan. Sus movimientos aceleran. Él la toma de la cabeza con ambas manos. Se miran. Deseas gritarles que se detengan, pero la excitación sube por tu entrepierna con sólo verla. Él llega dentro de ella. Ell