Anécdota de otro fracaso
Me tomo el tiempo de escribir esto para purgarme de ti. Eso de morir de amor ya me resulta ridículo y hablar de dolor estoy más que cansada. Quererte fue un instante de alegría, ya no tengo 20 años para no entenderlo. Conozco mejor que tú el fondo del vaso y los bares de paso. Conozco bien las alegrías de una noche y el “te quiero” que se escapa por error. Pero besarte… besarte fue engañarme, bajar la guardia y olvidarme del porqué permanezco sola. Besarte fue sonreír de nuevo frente a unos ojos que me miraron sin odio. Besarte fue el acto más egoísta que he hecho y del que no me arrepiento. Besarte, mi amor, fue permitirme olvidarme de mis demonios que me atormentan en cada trago. Pero la cruda siempre llega y con ella el dolor de cabeza y el arrepentimiento. Con ella viene el juicio que se perdió por alegría de la noche fugaz, el antro y las personas que no volveremos a ver pero que fueron buenos camaradas nocturnos. No sólo tú despertaste con resaca. Mis barreras se levanta
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